Sobre una de las mesitas altas de la terraza de 'La Bombilla', junto al mercado de Cádiz, comenzaban a bullir los chocos, los pimientos asados, la ensaladilla, la carne al toro y los tintitos de verano hace unos días. Burladero de Carmen y mío, veíamos pasar desde él la vida, el ambiente, los personajes...
Hacía unos minutos que no le quitaba la vista a quien, con túnica, melena y barba largas, pretendía galas de misterioso vendedor... de qué? Una carpeta bajo el brazo incrementaba la curiosidad pronto aclarada porque se dio cuenta que le miraba. Se acercó y nos ofreció con gracia y educación: "Una tapita de poesía?"
No hubo ocasión para comprobar si daba para 'tapita' la cosa o se quedaría en un 'paluego' entre los dientes. Pero me ha venido a la memoria ahora que amanezco tras paladear anoche, en La Atalaya, todo un festín de poesía cantada al albur del son cubano y acariciando versos como los de Nicolás Guillén.
'De qué callada manera' dio sentido, en efecto, a la noche junto al ansiado 'Yolanda' u otras manifestaciones de aquella Nova Trova Cubana como 'La felicidad', 'Proposiciones', 'Pobre del cantor', 'Yo pisaré las calles nuevamente', 'El tiempo pasa' u otras más actuales y menos emblemáticas pero tan profundas.
El calor se mantenía alcanzada la noche y el césped, bajo nuestros pies, procuraba aliviarlo pero es muy cierto que hasta el aire se paró para escuchar al cuasi octogenario Pablo Milanés. Y, ante un fervoroso público que sabía bien ante quien acudían, él desplegó su alma sumando, a su característica voz, el poso de la edad.
Está lejos de aquel impulso protesta de los 70. Ahora quizá haga lo que siempre quiso: enseñarnos el son de su tierra, hasta el montuno. Pero no está apartado de esa prodigiosa enjundia de siempre. Da gusto escucharlo aun sin cantar. Da gusto paladear ese menú que llenó de poesía cada uno de los platos.
Maridada con el piano y el violonchelo, su comparecencia cerrando el ciclo 'Noches de bohemia' fue notable invitación al encuentro con aquél que ya debe abandonar el escenario apoyado en el hombro de un propio. También en las palmas por bulerías. Ése es otro son. Milanés lo agradeció sin necesidad de volver al escenario.
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