Así, en la amanecida del domingo, acontece feliz hálito y no engaña. Sabe Dios qué narices festejamos. Supe yo qué difícil se volvía mejor celebrar lo ya ocurrido.
Pero si repitiera o repitiese otro día todo aquello que sentimos, eso sí que ha de constar en registros de las cosas cotidianas hechas grandes en la fuerza del tesón con que vivimos.
Dime tú, compañera de camino, si no es eso lo que gastan en el cielo. Dime tú, tulipán de mis amores, si no guardas el registro bien cercano de ese gozo registrado sin complejos.
Dime tú, y levanta la cabeza. Digo yo que me mires mientras yaces en los brazos del ardor con que recuerdo esas horas del mejor de los cantares. Mírame, no lo olvides, y sonríe! 😉
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