domingo, 25 de agosto de 2019

Entre Picadueñas y Guadabajaque

El tardío desayuno se alarga en esa rara sobremesa que no se arredra por el horario de la tostada con aceite. Todo impulso irreflexivo a correr hacia lo 'por hacer' queda anestesiado, pese a mis históricas inercias. Lo que otrora me haría saltar en la palma de la mano urgido por aquello que fuera que me alarmase retrasar, en plenas vacaciones sólo acusa que éstas se agotan y que quedan menos ocasiones para paladear de semejante modo el paisaje desde nuestra terraza de Puerta Bahía.

El último sorbo del tazón, con más café ya en el borde que en el fondo, acompaña a la mirada al horizonte, hacia el balcón en el que se encaraman las viviendas de Picadueñas. Y busco en mi imaginario la estampa que ofrecería, desde donde estoy, cuando en 1.589 ya se llamaba como se llama. Los tonos de la arboleda que salpica el caserío claman buscando aquellas sugerencias de la zona. E imagino el viejo arrabal extramuros de tiempos moros que leí a Antonio Mariscal padre en su día.

Creo que Carmen, frente a mí en la coqueta mesita presidida por el velón derretido de tulipa tan privilegiada por las vistas, no termina de adivinar qué preside mi mente. Es preciso, eso sí, saber borrar los grises del centro comercial que oculta algunas de las lomas de la campiña para continuar con el ejercicio de imaginario travelling que me traslada, recordando marismas en nuestro asiento, hacia la izquierda, donde Guadabajaque abraza residencias insospechadas ha no mucho.

Y es curioso que a mi taza aún le quede algo de ese agradable sabor cuando ya me ha dado tiempo a localizar datos al respecto en entornoajerez.com, todo un regalo fruto del gusto investigador de García Lázaro. No es fácil verse inmerso en un enclave inundado por las aguas, con esas añejas inspiraciones de navegabilidad y orientaciones y reorientaciones de arroyos y canales cada vez más sugeridos por quienes vislumbran efectos sustanciales del cambio climático.

La fresca mañana con la que comenzó el desayuno, tan plácido por dominguero como por vacacional, va templándose recordándonos que, en efecto, estamos en agosto. Y, aunque se nos va el mes sin conocer alguno de esos días que siempre han superado los cuarenta en estas fechas, ya hace calor. Llegaremos a 34º dice el tiempo.es. Sigue el Levante. Cosas del verano. Hora ya, desde luego, de recoger las cosas en la terraza de Puerta Bahía. Evocaciones históricas incluidas.



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