Estoy muy decepcionado con la RAE. Va a resultar que los señores académicos se me muestran muy capaces de registrar en el diccionario de marras cualquier expresión actual que, fruto del uso y el abuso, se imponga en el lenguaje colectivo de la calle y ahora encuentro que no me tienen entre los vocablos legitimados algo tan nuestro como la 'zoleta'. Denuncia, sentencia y titulares de prensa tiraron, con buen criterio, de la palabra azada... pero tenía fundadas esperanzas al respecto de una inclusión tan merecida.
Con todo, y superado el trauma lingüístico, me aventuro primero a reñir al maestro Paula, que hay actitudes que no caben en la vida y él lleva ya alguna que otra en esta línea, y luego a hacer uso del asunto de su amenaza -artefacto rural en ristre- para convenir que nos está faltando urgentemente capacidad de diálogo. Y no hablo ya de mi admirado torero, que portaba con más arte la muleta que la mencionada herramienta, sino de la generalidad de unas relaciones tan faltas de... todo.
Creo que las posibilidades, sin darnos cuenta realmente, de estar regresando a la caverna son tan grandes como preocupante ha de verse la crispación en medio de la que vivimos. Y fruto de ello, los pulgares agarrotados por las aceleradas respuestas por whassap a aquello que no nos gusta de nuestro interlocutor se convierten en uno de los mayores emblemas del 'trogloditismo' del siglo XXI. Los garrotazos son ahora tecnológicos. Y este universo electrónico, encima, se permite imponernos un corrector insufrible.
Dime la verdad, cuántas veces has llorado a tu móvil que te haga el favor de no aplicar ese mamarracho de corrector que te impide el uso de palabras que te apetecen pero que se niega en reconocer? O, peor aún, cuántas en las que realmente estás utilizando bien el lenguaje pero se empeña la aplicación de marras en negarte la razón y hacerte decir cualquier gilipollez? El caso es que, entre la 'zoleta' empuñada con agravio y la palabra escupida cara a cara o por redes, quizá no haya gran diferencia. Para vergüenza nuestra.
Cierto es, sin embargo, que para lo que seríamos capaces de hacer con aperos a la mano cuando el encabronamiento nos sale en medio de una conversación de whassap maltraída... mejor siempre la distancia que la tecnología nos facilita. Quién dijo que tanto aparato estaba desnaturalizando nuestras relaciones interpersonales? Ya pudo el Paula ponerle un whassap al abogado en lugar de 'invitarlo' a cavar zanjas juntos y terminar en los tribunales. Un motivo más para aceptar de buen grado el avance del progreso!
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