miércoles, 11 de julio de 2012

Sobre la farisea sorpresa por unas tasas que no son nuevas


Esta mañana he debido acudir a la Oficina de Atención al Ciudadano para solicitar un certificado de empadronamiento, gestión para la que hay establecidas tasas que se reconocen, aunque nos cueste echarnos la mano al bolsillo, como la lógica compensación a un servicio recibido desde el Ayuntamiento y que genera una serie de puestos de trabajo.
La burocracia alimentada por nuestro complejo modo de vida tiene un coste en términos dinerarios, pero también en otros ámbitos de nuestra existencia. Un ejemplo tengo cerca de mi despacho de la Delegación Diocesana de MCS, el correspondiente a la Delegación Diocesana de Hermandades y Cofradías. También hemos complicado las funciones del Obispado, sí.
Un ejemplo claro es que, especialmente en según qué hermandades, es casi imposible que concluya un cabildo de hermanos sin que a la mañana siguiente falte alguien en susodicha entreplanta de la Casa de la Iglesia para impugnar aquello que no nos gustó del desarrollo del asunto de marras. O, simplemente, porque no nos gustó quien elevó la voz para ello.
La pasada semana publicaba Diario de Jerez en portada que el Obispado dejará de trabajar gratis para las cofradías. Se refería el compañero Quico Abuín, a quien tanto aprecio desde que hace más de dos décadas trabajáramos juntos en Cope, al cobro de unas tasas que parecía desconocer previamente pese a que ya aparecían incluso en guías diocesanas ya caducadas.
Siempre hubo cifras que cuantificaban oficialmente éste u otros servicios del Obispado. Otros muchos, también al servicio de las cofradías, se prestan de modo tan gratuito como entregado en favor de aquellos que los reclaman. Y si se obviaron alguna vez en una lasa aplicación de la normativa no es menos cierto que el abuso impone el riguroso cumplimiento actual.
No escuché esta mañana a nadie quejarse de que le cobraran las tasas por aquel papeleo que fueran a reclamar al Ayuntamiento. Y en el Obispado, al fin y al cabo, fue la costumbre cofrade de algunos de impugnar cualquier chorrada lo que habilitó la necesidad de aplicar una normativa al respecto. Sorprenderse a estas alturas de ello es muy fariseo (por no decir subliminalmente antieclesial).
La Iglesia evangeliza tan gratuitamente como presta sus servicios sociales a cuantos la necesitan. Y realiza ambas funciones, y muchas otras, con admirable altura de miras. Para las cosas importantes no hay tasa que valga. Para las cuestiones que han ido haciendo más compeja su estructura no cabe, sin embargo, sino actuar como una administración pública.

lunes, 9 de julio de 2012

Europa, Tercer Mundo

Suena a barbaridad. Pero habrá que ir pensando que esa posibilidad del título nos acecha. Se lo escuché hace un par de días al escritor, y otras cosas más, Fernando Sánchez Dragó que, al albur de sus experiencias orientales y analizando el actual desarrollo chino, mencionó que la crisis en Europa nos lleva irremisiblemente a que nos superen bloques de países emergentes y que el viejo continente quede rezagado al Tercer Mundo.
Suena a barbaridad. Cierto es. Y que la autoridad a la que hay que acudir para encontrar la afirmación sobre tan inesperado final a la actual e interminable crisis sea el susodicho no deja de provocar una sonrisa que alivia del primer susto. Pero luego se queda uno pensando y comprueba que Occidente languidece, que Brasil se convierte en locomotora en Latinoamérica y que por el este hay varios crecimientos espectaculares.
Suena a barbaridad. Pero la vieja Europa solo se desploma. No sabe hacer otra cosa de un tiempo a esta parte. Merckel, Holland, Rajoy, Monti y compañía se devenean los sesos sabiendo apretar con recortes más que moviendo al crecimiento económico y nuestros bolsillos van ya camino de parecerse a los de nuestros abuelos a nuestra edad. Y es entonces cuando la hipótética falacia del mencionado personaje cobra cuerpo.
Suena a barbaridad pero no sería mala cosa que comenzáramos a trabajar, y ello sirve por igual tanto para la macroeconomía como para la cuestión de los dineros dimésticos, desde la perspectiva de una posibilidad innegable si se considera que todo lo que sube baja, todo lo que se encarece termina rebajado, todo lo que tuvo lustre y esplendor acaba alguna vez bajo mínimos, todo lo que vivió del alarde está condenado al batacazo.

miércoles, 4 de julio de 2012

Me uno a la banda de Yogui


El robo de la comida de los excursionistas y las carreras de Yogui y Bubu, entre la inocente picaresca del primero y la lastimera pequeñez del segundo, constituyeron siempre la oportunidad, porque siempre hubo final feliz, de unas risas que ni el gruñón guarda del parque Jellystone agriaba en mis años mozos de tele en blanco y negro. Luego llegaría el color pero tengo la sensación de haberlos visto siempre tal y como esa ilustración, mal que me pese que el General Electric Española con el que comenzamos a disfrutar de la caja tonta en casa adoleciera de cromatismo alguno.
Aunque la cosa está más para dejarse llevar por el mal ejemplo de los entrañables ositos que popularizaron en todo el mundo la conocida reserva norteamericana que ya asomó por primera vez en estos dibujos de Hanna & Barbera en 1961... aunque la crisis sugiera, insisto, el tirón del cesto más que la propuesta en ciernes, hete aquí que en unas horas tomaré el coche y mi familia (supongo que no en ese orden) y un desplazamiento, modesto pese a todo, al Parque Warner, me permitirá el reencuentro con estos personajes, con el Coyote y el Correcaminos y con alguno que otro más.
Aunque el par de días de disfrute en el término madrileño de San Martín de la Vega pretenden, sobre todo, la diversión de mi hijo pequeño (Carlitos, 8 años), he tenido que explicarle quienes son los individuos de marras. Cómo son físicamente, que carácter tienen, cómo es su comportamiento, cómo sus conversaciones, cómo las risas que provocaban en sus padres cuando tenían su edad... han venido a completar unos ratos de charlas poco pretenciosas que, sin darme cuenta, han dado sentido a las vacaciones. ¿O no es eso, zambullirnos en una recuperada infancia, el sentido de este asueto estival?
Las cosas son más fáciles en verano. Y lo son porque la ralentización del tiempo que exige esta estación hace que no necesitemos más que esbozar el recuerdo de aquello que disfrutamos antes de que la vida se nos complicara con hipotecas y otras condenas para haber conquistado aquello que requiere nuestro espíritu agitado por la prima de riesgo, los recortes salariales y demás historias para no dormir. Ya veré que hago a mi vuelta a Jerez pero prometo firmemente que, en solo unas horas, me habré unido a Yogui y Bubu para organizar el robo de la cesta de los excursionistas.

lunes, 2 de julio de 2012

Amanece un nuevo día

La terraza de mi vivienda aún lucía esta mañana las galas de la celebración.
El sol asoma entre los bloques de El Almendral. Amanece el día después y, tras restregarme los ojos recién levantado, respiro el primer aire de este lunes singular. Las banderas menudean en los balcones y ventanas pero desde ninguna se advierte el ambiente de anoche en toda la ciudad.
Comienza un nuevo día en Jerez, sin embargo. Y para mí luce con una luz especial aunque, en el fondo, no sea más que una jornada más. Como en Móstoles, Camas, Tolosa, Tarrasa, Fuentealbilla, Arguineguín o Los Palacios, cunas respectivas de Casillas, Ramos, Alonso, Xavi, Iniesta, Silva o Navas.
Todos estos pueblos, y muchos otros de toda España, ven salir el sol a la misma hora que yo respiro hondo en mi terraza. Y, a poco que consigan olvidarse de la heroicidad de la selección de fútbol, se reencuentran con sus cifras de paro, con sus problemas económicos, con la electricidad y el gas más caros, el copago...
Aquello que haya cambiado con los cuatro goles del Olímpico de Kiev es real, indudable y generador de la legítima euforia que nos envuelve. Pero malo será que nos volvamos locos sin entender que la pelota no resuelve nuestros males. Pese a que suene mal, en estos momentos, de la mano de un viejo futbolero.
Por ello, procuraré olvidar mis problemas y aprender, aun en plenas vacaciones, que, ojalá hubiese sido alguna vez un mal remedo de Sergio Ramos, si recupero el espíritu de aquel torpe central que fui hace años ('El Tigre' me llamaba Cañadas) quizá esté a tiempo de frenar a mis 'balotellis' cotidianos.