miércoles, 23 de agosto de 2017

El manicomio de los cuerdos

El verano da para adelantar la lectura pendiente al punto que permite, tras pasar páginas en varios a la vez, llegar a dos puntos finales en apenas cuatro días. También en éste es protagonista la muerte, pero para destacar que la vida es un regalo que agradecer como milagro cotidiano.

Ahora es Paulo Coelho quien, llevándonos al manicomio de Villete en los años de la independencia eslovena de la antigua Yugoslavia, nos coloca junto a las víctimas del doctor Igor. Sus experimentos con la salud de los ingresados en la institución no hacen sino mostrar corduras impensables.

Son Veronika y su infelicidad conducente al intento de suicidio pese a su juventud y belleza, Eduard y los 'paraísos' con los que saltarse los convencionalismos alimentados por su padre diplomático, Marí y su síndrome de pánico al exterior, Zedka y su aversión a la 'normalidad' conveniada.

"Es grave forzarse a ser igual: provoca neurosis, psicosis, paranoia", asegura Igor mientras las conversaciones entre pacientes revelan la sensatez en unas actitudes etiquetadas como locura. Locura de brillantes conclusiones vitales y excelente punto de partida para las reflexiones del lector.

He ganado ansias de vivir. Más aún. Y así como el descubrimiento de la capacidad de regresar al mundo no hace a los personajes perder la lucidez ganada en Villete, tampoco yo salgo tras leer 'Verónica decide morir' sino espoleado al deber al que mi convicción me encamina, sea o no políticamente correcta.

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