domingo, 14 de agosto de 2011

"Llevamos dos años preparando este viaje y hemos hecho de todo"

Foto de Eva Lindberg
Han conocido la paella y el gazpacho en el hogar de Cristóbal Pérez y Catalina Rubio, quienes han accedido a hacer sitio en casa a dos chicas colombianas que pasan por la diócesis de Asidonia-Jerez camino del Encuentro Mundial de la Juventud. «David nos ha cedido su cuarto», explican Carolina Patiño (Medellín, 26 años, socióloga) y María Isabel Arboleda (Medellín, 25 años, auxiliar de enfermería) refiriéndose al hijo del matrimonio receptor. Pero no es la gastronomía española lo más importante que esperan conocer durante los días en que participen en el JMJ.
«Esperamos a ver qué tiene Dios para nosotras», resumen con simpleza aquello que realmente se han propuesto con su venida al encuentro con Benedicto XVI: un discernimiento personal tras el que no descartan la vida contemplativa. «Estoy muy contenta de estar aquí, me siento muy bien acogida», dice Carolina, que pertenece al Camino Neocatecumenal como buena parte de los casi 2.000 peregrinos de fuera que pasan por Jerez estos días. «Llevamos dos años preparando este viaje y hemos hecho de todo: rifas, empanadas, hemos vendido cosas a la puerta de la Iglesia, hemos ahorrado...», añade.
Un postgrado en juego
«Yo he puesto en este viaje mis ahorros para el postgrado», dice Carolina con naturalidad, como quien pareciera no pensar en su futuro. «Mi decisión era venir a España o hacer el postgrado», explica. ¿Y ahora qué pasa con estos estudios?: «Dios proveerá», contesta con agradecimiento a los hermanos de su comunidad de referencia: «Dieron de su dinero, ellos nos trajeron y esperamos para ellos muchas bendiciones y para nuestra vida decidirnos si casarnos o dedicarnos a la vida contemplativa o...». Para alguna de las opciones parece claro que no será necesario el postgrado.
María Isabel, que proviene de las Comunidades de la Valvanera, también mira con agradecimiento a una familia que hace tiempo que sabe de compromiso. «Yo estuve un año, hace 34, en las Comunidades Neocatecumenales, mi mujer está involucrada en una asociación que visita a las personas mayores, vamos a misa los domingos, somos católicos y practicantes... Y, si se puede, echamos una mano», explica Cristóbal. Cati, por su parte, asegura que «enseguida que me entero que viene alguien para evangelizar ayudo para lo que sea, me da igual, nos comprometimos y aquí estamos». No son los únicos.
(La Voz, 14-Agosto-2011)

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